viernes, mayo 19, 2006

La Noche(casi perfecta)


La noche era perfecta, habían tres botellas de vino a nuestra entera disposición, la música se mezclaba con el viento y las olas y los dos disfrutábamos el calor de la madera, era realmente la noche perfecta. Encendí un cigarrillo y comenzamos a hablar, había tanto que contarte, en ese mismo lugar, pero cinco años antes, habíamos sido un par de enamorados sin respeto a nada ni a nadie, hoy el destino había querido que nos volviéramos a encontrar, cada uno con sus nuevas historias y trancas. Fue muy difícil en un comienzo, me contaste de tu fracaso matrimonial, no quise hacer ningún comentario, lo que dijera estaba de más, así que preferí oírte en silencio y aprovechar de admirarte en plenitud; tus ojos no habían cambiado ni un ápice, tu rostro se veía algo cansado, pero pudo ser producto del largo viaje.

Me costo descorchar la primera botella, recordaba perfectamente que te gustaba el vino en copa larga, y así te lo serví, cambié el disco que ya había terminado hace un par de minutos, y lo hice sin preguntarte, como poniéndome una prueba absurda, quería demostrarme que aún te conocía como en los viejos tiempos, te sorprendiste al oír los primeros acordes, me dijiste que desde que no nos veíamos no escuchabas a Serrano, que en realidad habías olvidado lo mucho que te gustaba, comencé a contarte como había asistido a cada recital que había dado, sin revelarte por supuesto que en aquellas ocasiones te buscaba hasta el hastío entre la gente, ahora entiendo porque nunca te había encontrado. A medida que avanzaba la conversación disminuía el tinto, ya habías dejado de comportarte como un fantasma lejano, era como si hubiésemos decidido hacer una tregua entre nuestras nuevas diferencias y disfrutábamos de esa confianza asumida, aun cuando fuera sólo por una noche.

Llegada la hora convenida anunciaste tu despedida, volvías a Santiago muy de madrugada y querías descansar algo antes de emprender la retirada, me levante, te miré a los ojos y guarde silencio, aunque en mi interior gritaba no te vayas por favor, sólo atiné a ofrecer mi compañía hacia donde hospedabas, pero te diste cuenta que no estaba en estado de manejar, así que preferiste la brisa marina de otoño como compañía.

Todo murió con tu partida, me sentí un tonto, era la oportunidad que tenía para contarte todo, para decirte quédate esta noche conmigo, déjame llorar en tu pecho para botar esta pena larga que me ahoga, pero lo único que hice fue desearte buen viaje y acompañarte hasta la puerta, si la cobardía me hubiera abandonado solamente un minuto, tal vez hoy estaría más feliz, pero no, no pude conmigo...

viernes, mayo 12, 2006

La Rumana



Hace un par de días que veo a la rumana y su acordeón en el centro de la ciudad, pero no le había prestado más atención que la que le presto a cualquier mendigo, eso fue hasta hoy. Hoy descubrí que tras su sucio pelo habían unos bellos ojos que danzaban al compás de su instrumento, unos ojos que evocaban otros tiempos, como los de un anciano en su último suspiro; me detuve unos pocos segundos a oír su interpretación, no era una estrella de la música, de hecho lo más seguro es que aprendió a tocar el instrumento a base de sueño y hambre, pero juro por lo más sagrado que era simplemente perturbadora. No fui capaz de dejar una moneda en su tarro enlozado, aun cuando pagué un par de billetes por ir a ver una mujer muy parecida a ella dirigida por Kusturica.
Free Site Counter

Licencia de Creative Commons
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. ecoestadistica.com