lunes, febrero 15, 2021

Infiernillo


 

Al bajar esa colina la brisa golpeaba mi rostro, cientos de agujas clavando y mis ojos clavados en el mar, en el tren de espuma que corría, London calling en los oídos, pisco en la mano, pisco en el estómago, pisco en el cerebro. Los trescientos metros que me separaban de la arena eran un paseo soñado, me refrescaba del encierro oleoso en el que me encontraba, también refrescaba las ideas y alimentaba mi ingenuo corazón rebelde con la ilusión del toque de queda. Un pie y luego el otro, el alcohol en la sangre no permite realizar el camino recto y hay que corregir cada un par de pasos, las ideas también se desvían y arrastran imágenes olvidadas en un tambaleo constante, es difícil pensar así.

Los bototos pesan el doble en la arena, cargamos con nosotros, con todo lo que somos, un trago de pisco ayuda a enderezar la mente y Guns of Brixton golpea el corazón, arriba la luna grande y amarillenta ilumina un recto camino que de seguro lleva al farsante tras el mago. No dejo de pensar, es todo tan grande que no hay donde escapar, soy un hombre solo entregado al centro del descampado y las olas no dejan de chocar. 

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