Remontar el camino desde la quebrada es una ardua tarea, el calor aporta lo suyo, cuantas noches buscando cobijo entre el paisaje, disputando una cueva o un rincón con animales inventados. Siento el sol fuerte en la frente, queda mucho trecho por subir, a momentos me siento flaquear, pero su rostro me revive, me fortalece. Nunca debí llegar aquí, mis pasos errantes me llevaron a mirar la quebrada con estúpido romanticismo, bajar ahí sería una hazaña a mi altura, nada más alejado de la realidad, siento que avanzo pero sólo es efecto del sol, estoy sentado en una roca, mi mente trata de sacarme de este lugar pero es sólo una ilusión, no me he movido en las últimas 36 horas, desfallezco regalando mis últimas fuerzas, nunca debí bajar, no lo merecía, no todavía...
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