sábado, marzo 06, 2021

Postamor


“te haces daño, eres autodestructivo y no pararás hasta terminar con lo que queda de ti, no seré tu cómplice en esto...”

Esos fueron sus gritos antes del portazo que no dejaba lugar a dudas, se marchaba y con esto ponía fin a lo que nunca comenzó. Quedé largo rato en la esquina de la cama tratando de armarme, de encontrarme, por un lado disfrutaba mi desgracia que confirmaba mi insignificante existencia, me daba la razón, soy un gusano; por otro lado me dolía descubrir nuevamente que soy mi peor enemigo, boicoteando cualquier oportunidad de enderezar la marcha, que nuevamente no podía conmigo, el puto sino marcado en la frente con ceniza que indica dónde va la bala.


Un cigarro y un café, estaba claro que la noche sería muy larga y había que buscar cómo acallar esas voces que llegaban puntualmente a la cita. Hace años pienso que la alegría es un estado temporal de locura, un desperdicio de tiempo y energía, la lucidez estaba en darse cuenta de lo miserable de la existencia y vanagloriarse de este descubrimiento frente a los incautos que reían sus nimias vidas mientras se apagaban sin saberlo. La lucidez, claro, que gran idea, muy buena decisión, cómo no.


Hora tras hora, minuto tras minuto me dedique a limpiar mi cabeza, a vaciar esa cantidad de supuestos que cargué por tanto tiempo, a ralear el poco espacio que quedaba libre y convertirlo en un lugar habitable para quien viniera, el amanecer anuncia el fin de la tarea, el comienzo de la vuelta.

 

Soy un incauto más engañado por la luz, en mi próxima vida escojo la ignorancia, me lo debes Buda.

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